- Señoras y señores, bienvenidos a Rusia.
Presenté los documentos en una ventanilla, me hicieron rellenar un papel, y empezo el acoso.
Un enjambre de hombres de todas las edades se echaba sobre nosotros ofreciendo taxi. Lanzamos andanadas de niet, spasiba a diestro y siniestro, pero, Creéis que sirvió de algo???
Algunos de ellos se pegaban a nosotros sin dejar de hablar y nos perseguían por todo el aeropuerto. Uno, en concreto, siguió a mi marido a varios lugares adonde fue a pedir información. Era tan pegajoso que lo que único que consiguió fue que finalmente le despidiéramos con cajas destempladas (la vía educada ya resultaba totalmente inútil)
Sergio fue a informarse de autobuses para ir al centro y me dejó un momento sola con las maletas. Podéis imaginarlo, a los diez segundos, una voz a mi espalda me ofrecíaa un taxi, y luego soltaba una retahila que naturalmente no entendí. Imperturbable, y con la mejor de mis sonrisas, le dije que Ya ne ponemayu parrusski es decir, que no entendía el ruso, y él, con una socarrona sonrisa más propia de un andaluz que de un moscovita, me contestó Poimaesh taxi? o sea, que si lo de taxi lo pillaba. Me dieron ganas de echarme a reír, pero seguí todo lo imperturbable que pude y con cara de turista lela repetí insistentemente niet niet spasiba hasta que volvió mi marido.
Despues de unas cuantas vueltas y consultas, llegamos a la conclusión que lo mas lejos que llegábamos sin un taxi, era a la parada de metro mas próxima (esto en una especie de furgonetas con asientos que resultan ser una especie de taxi/bus), y decidimos coger pues
un taxi :D, eso si, con un taxista mucho más amable que se limitó a ofrecer su coche y quedarse parado frente a nosotros en silencio viendo como descubríamos que no había otra opción y caíamos como frutas maduras.
El episodio de acoso merece una aclaración muy importante. A saber, todas estas personas que ofrecían sus taxis eran conductores particulares, que ofrecen servicio de transporte a los turistas, ante la escasez de taxis de verdad, y así de paso se hacen su negociete extra. Al día siguiente, en la ciudad, descubriría que si alargas la mano hacia la calzada en una calle de Moscú, al poco rato se detiene cualquier coche, te pregunta a donde vas, y si le va bien y os ponéis de acuerdo en el precio, te lleva a tu destino.
En honor del señor que nos llevo a casa de los amigos de Sergio donde dormimos la primera noche, diré dos cosas, la primera, que no nos cobró ni un kopek de más sobre el precio habitual del trayecto al centro, y segundo, que actuó espontáneamente de guía turístico con extraordinaria amabilidad, explicando todo lo que sabía sobre los lugares de interés por los que pasamos, y respondiendo a todas las preguntas. Fue un trayecto muy interesante en el que vi el centro de Moscú de noche, pasando por delante del teatro Bolshoi, viendo de lejos los edificios de la plaza Roja, etc, etc.
Y finalmente llegamos a casa de Iliá.
- Apartamentos compartidos y Moscu de noche
Mis primeros descubrimientos sobre costumbres rusas fueron que en al entrar en la casa hay que quitarse los zapatos (todos cuentan con un pequeno stock de zapatillas y chanclas de diferentes tallas para cambiar por los zapatos en la puerta), que lo mas normal es que te lleven a la cocina, y acto seguido te ofrezcan te, que el aseo y el baño suelen estar en dos cubículos separados y contiguos, y que el mismo caño que da agua a la pica del labavo, se gira y da agua a la bañera (de patas), o, moviendo la llave, a la ducha.
Y alli estaba yo, sentada en la cocina de aquel apartamento compartido, por lo que pude ver, por unos cuatro adultos y un niño.
Iliá es periodista. Su mujer y su hijo no estaban porque se encuentran en Ulyanovsk con la familia, pasando las vacaciones.
El piso era muy pequeno y los muebles, procedentes sin duda de los contenedores de basura, no eran precisamente los que en España solemos llevar a casa los usuarios del made in container sino mas bien los que dejamos para que se lleve el camión de recogida.
Fuimos a comprar pelmeni , un tipo de pasta muy popular en Rusia que tiene cierta semejanza con los tortellini, para cenar. Observé sorprendida que apenas si hay tiendas propiamente dichas. Lo que abunda son una especie de chiringuitos cubiertos en los que puedes encontrar desde una lata de coca-cola hasta pilas para el discman, pasando por comida congelada, tabaco y pan. En algunos lugares donde se agrupan muchos de estos chiringuitos, estos estan separados por el tipo de artículo que venden, y son especializados, unos para comida, otros para chismes electronicos, otros para musica, etc., resultando algo parecido a lo que seria un mercadillo español.
Despues de cenar salimos a dar un paseo. Era bastante tarde y a nosotros ni se nos hubiera ocurrido salir solos a esa hora, pero Iliá lleva ya unos anos viviendo en Moscu, y nos contó además que desde que su mujer estaba de vacaciones le había dado por pasear por la noche para descubrir calles y lugares.
Caminamos mucho, y resultó francamente agradable. Había muy poco trafico, algunos grupos de jovenes se sentaban cerca del río Moscu a charlar con sus botellas de cerveza en la mano. Cuando me sentí un poco cansada de andar, Ilia nos llevó a una parada de trolebus para que descansara en el asiento que allí había. Ya me habia percatado de que a lo largo del río no había ni un solo banco para sentarse.
Volvimos a casa en tranvía y caí en la cama rendida mientras ellos charlaban. Normal, Sergio llevaba mas de dos años sin ver a todos sus amigos y familiares. Me dormía sintiéndome algo extraña, mirando a mi alrededor y preguntándome en que clase de fantasía vivimos en España las personas que no tenemos dinero y sin embargo resultamos tan exigentes a la hora de elegir apartamento (como si aquí se pudiera siquiera elegir), de rodearnos de montones cosas prescindibles, de preocuparnos tanto por lo que se ve. Yo, la alternativa, la medio/hippy, la bohemia, descubrí de repente que era una burguesa, y mi corazón se quedo sentado del susto, apretadito contra mi pecho, escondiendo su vergüenza y su desconcierto.
Sin embargo dormí bien. Aquel destartalado lugar resultaba cálido y acogedor, mira por dónde.
26 de Julio de 2005
- Turismo pasado por agua.
El dia 26 amaneció nuboso, pero eso no me arredró. Iba a estar un día en medio en Moscú y queria ver todo lo posible de la ciudad. Quería coger el metro, del que tanto había oído hablar, y lo cogí, vaya si lo cogí. De hecho acabé harta de metro, pero os puedo asegurar que hoy por hoy conozco el metro de Moscú casi tan bien como el de Barcelona (ademas tengo el plano :D).
Bromas aparte, es cierto, muchas de las estaciones de metro moscovitas son realmente espectaculares, y en el link a las imánes al final de la página tenéis algunas muestras de ello.
Pasamos el día con un amigo de la familia de Sergio, que muy amablemente nos acompañó en nuestro recorrido, llevándonos a las paradas de metro mejores. Nos bajábamos, fotografiábamos, y subíamos al siguiente tren. Hubo algo que me maravilló casi tanto como las lámparas y las estatuas, y fue la rapidez con la que se sucedían los trenes en las estaciones. Un sueño oiga, pasan cada 20 segundos como mucho, y os juro que no exagero. En esta ciudad debe ser muy difícil poner como excusa el retraso del metro para llegar tarde al trabajo, puedo jurarlo ;).
Luego fuimos a un lugar que esta al lado del parque Ismailovsky, se llama Vernissage, y es una especie de mercadillo de artesanía que hace las delicias de cualquier turista. Allí probe por primera vez el Kvas, una bebida que se hace con pan fermentado y que una señora vendía en vasos de plastico que llenaba desde una especie de bidón metalico pintado de amarillo chillón, con un grifo ((está riquísimo), y compré un gorro para mi colección. Un día de estos pondré en el blog la foto del gorro, puesto en mi cabeza. Los vendedores me colocaron varios y al verme en el espejo me acordé de las fotos de la Gorbachova en los periódicos, y me moría de risa. Me queda fatal, pero son geniales y en los trayectos hacia mi trabajo en pleno invierno me va a ir de perlas. También se que aquí estos gorros tipicos ya casi no se usan, al menos no en las ciudades, pero no me importa, una tiene su corazoncito, y de cuando en cuando me gusta ejercer de turista en toda regla.
Habia matrioskas y artesanía en madera, chales y otras chucherías. Me lo hubiera llevado todo, porque aunque sabía que todo era puro reclamo para turistas, estaba hecho con exquisito gusto y todo detalle, y ni una sola pieza ostentaba esos carteles que odio con todas mis fuerzas, del tipo Recuerdo de Moscú. Pero mi marido me convenció de que en su ciudad podria comprar lo mismo mucho más barato, así que me conformé con el gorrito.
Luego me llevaron al mercado contiguo, donde me compré una mochila pequeña (la mía estaba rota) después de que el comerciante, Sergio, y su amigo, se enzarzaran en un regateo y consiguieran que les dejara la bolsa por el precio que ellos consideraban justo. Paseamos por el lugar un rato. En un tenderete la vendedora agarró a Sergio por el brazo y lo estiró para meterlo bajo el toldo y mostrarle las excelencias de los productos. La moda era años 80 total, pero yo ya no me sorprendía mucho después de que en el paseo nocturno por la orilla del rio Moscú con Iliá la noche anterior había podido observar como al lado de los Hyundai y los Renault último modelo, las calles estaban absolutamente llenas de ciertos Lada antiguos que se parecen extraordinariamente a los 124 y 1450 de la Seat que tan populares fueron en España hace ya bastantessss años.
Nuestro amabilísimo acompañante nos invitó a comer a su casa, una sopa muy especiada que me encantó, aunque no se si él me creyó cuando se lo dije, porque nos había instruído primero entre risas de que cuando nos preguntase contestaramos da, da, ochen jaracho (si si muy bien) aunque la hubiéramos encontrado malísima :D.
Luego fuimos a la Plaza Roja, pasando antes por otro mercadillo y por un parque enorme en un lugar llamado VDNH donde parece que se hacen Ferias de Muestras.. Llovía a cántaros y no llevábamos paraguas. Pero yo tenía poco tiempo, y tenía que verlo todo
(por eso ahora escribo con chaqueta de piel, pañuelo al cuello, y patukos, dentro de una casa en la que debemos estar por lo menos a 25 grados, y me acabo de tomar una cucharada de miel con leche caliente - aunque ooodio la leche caliente - que me acaba de traer mi solícita suegra, aiiins mi mala cabeza :D
)
A ultima hora de la tarde nos despedimos del amigo de la familia agradeciéndole su gran amabilidad (de veras fue un encanto) y nos metimos en el metro camino de la casa donde íbamos a pasar nuestra segunda noche en Moscú.
- Un albañil moldavo.
Joker vive casi en las afueras, así que después de llegar al final de la línea, tuvimos que coger aún un tren ligero que nos llevó una estación más allá.
El tren iba atestado de gente, y aunque era menos ruidoso que el metro (el metro metía un ruido infernal) yo ya estaba medio sorda. Mi resfriado avanzaba a pasos agigantados, y mi voz dejaba mucho que desear. Preguntaba cosas a Sergio casi a gritos todo el tiempo, y al entrar en el tren no me di cuenta de que mi boca caía pero que muy cerca de la oreja de un trabajador con aspecto más que cansado.
El hombre se puso a hablarme de repente, tomándome por italiana y aludiendo a mi parloteo, que por lo visto le molestaba.
Sergio le explico que era española y le pidió disculpas, contándole que no entendía y que el ruido del tren me hacía hablar más alto de lo normal.
Al oír que era española el hombre sonrió y pareció suavizarse de repente (luego he podido observar este fenómeno en muchas personas más, incluidos varios funcionarios de la administración rusa).
El buen hombre, que llevaba consigo a sus dos hijas pequeñas, resultó que bajaba en la misma estación que nosotros. Alli pidió disculpas alegando que volvía rendido del trabajo. Nos contó que era moldavo, pero que se había ido de Moldavia porque allí las cosas estaban muy mal y no había trabajo. Él era albañil, por lo visto uno muy experto, y en Moscú había encontrado un buen trabajo, claro que a costa de hacer más horas que un reloj. . Me aseguró sin parar de sonreír y gesticular que los azulejos españoles eran una maravilla, y que él los usaba a menudo en en sus obras a pesar de que aquí resultaban carísimos. Sergio acabó haciéndole un resumen de nuestra historia, y el buen hombre nos comentó, al saber que yo era catalana, que el rumano, el moldavo y el catalán (quién me lo iba a decir a mi) tenían muchas cosas en común. La verdad es que me puso algunos ejemplos y no andaba tan desencaminado. Finalmente nos ayudó a encontrar la calle que buscábamos y después de presentarnos a las dos pequeñas, desearnos una feliz estancia en Rusia y pedir disculpas por su irritabilidad un par de veces mas, se marchó.
- Primera pianka
Llegamos a casa de Joker (bueno ese es su nick, el nombre verdadero es Alexander), que resultó ser un apartamento muy parecido al de Iliá y también compartido por cuatro personas.
Joker es un hombre muy efusivo, así que despues de darle varios achuchones a Sergio sin dejar de sonreír (casi me lo desmonta, porque Sergio esta flaquísimo, y las proporciones de su amigo son mas bien semejantes a las mías :D), emocionado y desconcertado balbuceó que allí daba igual si nos quitábamos o no los zapatos, que hicíeramos lo que nos diera la gana y nos tumbáramos en cualquier parte.
Al rato nos llevó a la cocina y nos ofreció una infusión. Allí nos sentamos en el suelo, sobre los almohadones que algun día fueron de un sofá azul oscuro, alrededor de un tablero viejo con incisiones irregulares por todas partes que se sostenía sobre rollos de papel de periódico atados con cordel negro, a una distancia de palmo y medio del suelo. Volvi a sentir que algo se removía dentro de mi al recordar que allá en mi tierra algunos de nosotros nos autodenominabamos alternativos
.
Al cabo de un rato empezo a llegar gente. Lena, compañera de Joker, Tigra (otro amigo de Sergio de toda la vida que en realidad también se llama Alexander) y su novia Katya, otra pareja, Angy (otro mote) y Natashka, unos recién casados que acababan de llegar de pasar la luna de miel en Turquía, y en los que se notaba cierto matiz (ligerísimo y nada ostentoso) que hablaba de una mejor posición económica que la del resto de sus compañeros, y finalmente Vitok (un amigo de Sergio que hace tiempo fue víctima de una paliza en la calle por parte de unos gamberros y sufrió terribles secuelas por los golpes en la cabeza, pero que por fin parecia prácticamente recuperado, cosa que emocionó enormemente a mi marido).
Toda esta gente son de Ulyanovsk y hace tiempo se fueron a Moscú en busca de una prosperidad que en su ciudad ven imposible.
Lo siguiente era de esperar, y de hecho ya llevaba días previsto. Improvisaron una pianka, una especie de fiesta-reunión en la que se come, se bebe (los rusos siempre que beben van picando algo) y se charla hasta las tantas de la madrugada.
Nosotros corrimos con los gastos en parte en agradecimiento por su hospitalidad y en parte porque la nevera estaba vacía y temblando, como los bolsillos de la mayoría. De hecho Joker explicó que en una semana se iban del piso porque no podían pagarlo, y quedarían los cuatro repartidos en distintas casas, de tal modo que por ejemplo él y su compañera, durante un tiempo (indefinido de momento), ni siquiera vivirían en la misma ciudad. Lo que me parecía curioso es que comentaban este asunto sin alterarse ni pizca, sin hacer el más mínimo drama de la situación.
Angy y Natashka hablaban inglés, lo cual fue un verdadero alivio, porque aunque escuchaba con atención y de cuando en cuando solicitaba traducción a Sergio (no quería molestarle demasiado) empezaba a dolerme la cabeza por mis esfuerzos demasiado a menudo infructuosos en comprender..
Charlaban sin parar, bromeaban, y Joker, con el móvil en la mano todo el tiempo, lo fotografiaba absolutamente todo sin dejar de exhibir una sonrisa de niño travieso que me hacía morir de risa.
A nadie le importaba que no hubiera dos vasos o platos iguales en toda la casa, y cuando en un agitado y gesticulante discurso a Tigra se le cayó un enorme colchón que estaba apoyado en una pared (y sobre el que yo misma dormiría algo más tarde) en la cabeza, le dejaron debajo hasta que consiguieron sacar la foto partiéndose de risa. Y no os perdáis el detalle, a pesar del desorden reinante, de los escasos muebles, de la precariedad de condiciones de aquella casa en general, cuando pregunté si podia fumar se me informó de que solamente en la cocina o en el balcón, y puedo jurar que aún de madrugada y con todos ligeramente cocidos, se respetó la norma a rajatabla en todo momento.
Después de un par de vasos de vino, unos cuantos cigarrillos y unas rodajas de un embutido pariente lejano del salchichón, me encontré interviniendo en algunas conversaciones (milagro de milagros, comprendía cosas!!!) y ya de madrugada, vasito de vodka en mano, incluso hice breves demostraciones de mi balbuceante ruso, lo que me valió que me corearan y animaran con los ojos muy abiertos al ver mis progresos, y mi buena pronunciación. Si, no es vanidad, apenas si chapurreo cuatro frases en ruso, pero puedo leer cirílico y además pronuncio bastante bien, gracias a mi exigente y perfeccionista marido.
Vitok ademas de cuando en cuando me hablaba despacito, marcando las palabras, y ayudándose con gestos, para que cogiera el hilo.
Algunos se fueron a dormir y los demás nos retiramos a la cocina (lo cual suponía quedar a unos dos metros de los demás y sin puertas que nos separasen, pero todo el mundo parecía satisfecho con el arreglo, y os aseguro que los que se fueron a la cama dormían como angelitos a los dos minutos).
Antes de acostarme escribí un poco en un cuaderno que compré para el viaje. Estaba muy agitada. Me daba cuenta de que a pesar de sus precarias condiciones de vida, envidiaba su calidez, su espontaneidad, en general su ausencia de malicia. Y algo se rebeló dentro de mi al darme cuenta de que poco a poco les irían llegando el progreso y las comodidades, pero que eso les crearía necesidades absurdas, angustias prescindibles. No es justo que una mejor calidad de vida lleve aparejados tantos inconvenientes que actúan en detrimento de lo verdaderamente humano, y si eso es algo que siento y me duele siempre, esa noche lo sentí multiplicado por mil. El resfriado y mis pensamientos parecían no querer dejarme dormir. Pero finalmente la partida la ganaron el cansancio, y el vodka ;).
MAGNÍFICO tu relato, Moonsa. Es con creces lo más interesante que he leído últimamente en un blog. Enhorabuena, un saludo
Escrito por HenryKiller a las 1 de Agosto 2005 a las 12:16 PMHenry Killer té raó, un relat boníssim.
Escrito por Ferran a las 1 de Agosto 2005 a las 12:34 PMayyyyyy linda!!!! alunizaste más alucinante que nunca!!!!
no sabía lo del viaje, acabo de llegar a BA.
me fascinó como lo estás contando... es tan... gráfico todo, y estás ahí, con tus ideas y emociones (que yo también seudo hippie, compartiría... sólo que estoy más acostumbrada que vos a vivir "alternativas" ajenas y las disfruto tanto... ver cómo se puede vivir prescindiendo de tantas cosas y que en fin, la melodía no pase por allí)
aghhhhhh envidio lo del vodka, (no lo traje) yo soy de las que se toman una copita antes del almuerzo.
en realidad, puedo tomar vodka a morir.
te ves hermosa, dejate de pavadas con el tema de las fotos.
disfuta mucho!!!!!!
besosssssssssssssss
Yo no sabía eso de los taxis de particulares, me ha parecido una cosa excepcional.
Tampoco sabía la costumbre de descalzarse, dios, tus notas son mejores que cualquier guía de viajes!
La sopa que os ofrecieron... Era medio picante?? La rusa -cuñada- que vive con nosotros, nos hizo una vez una sopa de allí, que estaba, rica, rica. (de color naranja, pero un sabor exquisito)
Escrito por Marta a las 18 de Agosto 2005 a las 10:32 AM